El papel se arruga, pero todavía no arde

Portada de «The Economist» (26/8/2006)

El declive de la prensa en los países occidentales es una realidad incontestable. Arrancó en la década de 1980 y, con algunos años mejores que otros, ha continuado hasta nuestros días, en los que la caída ha alcanzado una velocidad más que preocupante. Donde peor le van las cosas al periódico es en Estados Unidos. Allí, en el período 2005-2010 la difusión de los diarios cayó un 17% [.pdf]. En el último par de años las cosas parecen ir incluso peor. Por eso, no sorprende que en los últimos tiempos se hayan multiplicado quienes afirman que, en un plazo corto, esta caída se llevará por delante a todos, absolutamente todos los periódicos.

El mismísimo Nicholas Negroponte, fundador del Media Lab del MIT y poco sospechoso por tanto de estar desinformado en temas de comunicación, no hace tanto que vaticinó que “para 2015, la prensa escrita no existirá”. Otros enterradores del periódico han soltado cifras con idéntico desparpajo e inspiración: por ejemplo, un tal Ross Dawson, iluminado por vaya usted a saber qué conocimientos que los demás no poseemos, marcó la fecha de desaparición de la prensa en EEUU en el año 2017. No le faltan seguidores. El profesor emérito José Luis Martínez Albertos, más optimista, situó el límite en 2020. Y antes que todos ellos, el también catedrático Philip Meyer escribió que los estertores del diario se escucharán en abril de 2043 -tome nota: mayo no, abril-, aunque luego se corrigió a sí mismo y adelantó esa fecha a “mucho antes”. A marzo, supongo.

Ya lo ven: ciencia pura. Perdónenme, pero estos que se dedican al deporte de poner fecha de defunción al periódico me recuerdan a aquel bilbaíno que, para ganar el premio gordo de la lotería, se compró todos los décimos. De tanto soltar cifras, seguro que alguno acierta.

Algunos -menos informados, sin duda- pensamos que al periódico le espera un futuro de declive. Esto, insisto, es incontestable y, además, la industria periodística, aunque no lo diga, lo sabe. Sin embargo, si las cosas no se hacen rematadamente mal, al periódico le queda cuerda para rato. No me pregunten hasta cuándo, pues lo ignoro. Lo que sí les aseguro es que nos vamos a reír cuando, a no mucho tardar, se cumplan las fechas pronosticadas por los negropontes, dawsons y compañía. Esas fechas están a la vuelta de la esquina, así que vayan soltándose el cinturón para la carcajada.

La realidad es dura, pero no funeraria. El periódico vive un panorama de recesión en los países occidentales, pero de ahí a que el periódico desaparezca de la faz de la Tierra, media un largo trecho. En países tan insignificantes como Brasil -sexta economía mundial, y subiendo-, el año pasado la prensa impresa creció un 3,5%. Para 2016, la consultora PricewaterhouseCoopers estima que el crecimiento de los diarios en América Latina puede alcanzar el 7,3%. De hecho, en algunos países asiáticos, ya el año pasado el crecimiento superó los dos dígitos. Curiosa forma de morir.

Sin duda, seguiremos viendo desaparecer cabeceras, sobre todo en Estados Unidos y Europa. Las que queden, buscarán fusiones y otras formas de acomodarse al mercado. Así, dentro de unos años, especialmente en estos países occidentales, el mercado de la prensa poco tendrá que ver con el actual: habrá menos títulos -los diarios líderes sobrevivirán, los segundones quizá no-, algunos periódicos no saldrán todos los días, reducirán su tamaño y, a la vista está, los que queden sobrevivirán con menos anunciantes y compradores. La mayoría de esos lectores trasladará la lectura de su diario a dispositivos digitales, cada vez más polivalentes y asequibles. En cambio, habrá otras personas -muchas menos- que seguirán fieles a la lectura tradicional en papel. De hecho, el diario impreso será más común en países emergentes que en los plenamente industrializados. Aquí, la forma natural de acceder a la información será mediante dispositivos móviles. Pero incluso en estos países occidentales, usted podrá comprar el periódico impreso todos los días si lo desea. Ahora bien, estos cambios harán que el diario pierda la supremacía editorial y publicitaria que ha mantenido durante más de un siglo en el seno de las empresas periodísticas, y este liderazgo recaerá en las publicaciones digitales.

Ese será el gran cambio: en los próximos años, el periódico dejará de ser el medio, para ser un medio. Uno más. Pero vivo.

[Publicado originalmente en Blog de comunicación – UNIR]

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