Uno de los ámbitos periodísticos que más han evolucionado en los últimos tiempos es la elaboración de informaciones a partir de bases de datos. Hay múltiples ejemplos. Algunos, como la visualización estadística o la utilización periodística del «big data«, abren territorios muy prometedores. Otros, más modestos, ya forman parte cotidiana de nuestro consumo informativo: sistemas que nos informan en vivo sobre las cotizaciones de bolsa, pronósticos meteorológicos, marcadores deportivos… Una parte cada vez mayor de las referencias informativas que consultamos a diario no requieren de la intervención de ningún periodista.
Se ha dado incluso un paso más allá. Empresas como Narrative Science, por ejemplo, ya han comenzado a comercializar aplicaciones informáticas de inteligencia artificial, capaces de escribir noticias sin intervención humana. De momento, se trata de noticias básicas, de esas que difunden las agencias cuando dan cuenta escueta sobre resultados y estadísticas. Lo más humilde en el escalafón de las noticias, vamos.
Aun así, se trata de un nuevo paso en el proceso de deshumanización del periodismo y no sorprende, por tanto, que haya habido quienes han expresado temores respecto del futuro al que nos conduce todo esto. ¿Acaso nos encaminamos hacia un periodismo sin periodistas?
Personalmente, no creo que en los próximos años este tipo de aplicaciones informáticas supongan ninguna amenaza para el trabajo de los periodistas. Ese eventual futuro en el que las máquinas podrían sustituir a los periodistas como productores de información tiene hoy más de ciencia ficción que de posibilidad real.
Sin embargo, coloquémonos en el supuesto de que ese futuro llegue. Que los sistemas algorítmicos evolucionen lo suficiente como para suplir la necesidad de los periodistas. Que las capacidades combinatorias de esos sistemas mejoren tanto que los hagan capaces de componer por sí solos informaciones complejas en textos muy elaborados. Imaginemos, en fin, que una maquina pueda en el futuro escribir el mismo texto que usted está leyendo ahora. En ese supuesto, ¿la labor de los periodistas pasaría a ser definitivamente innecesaria?
En absoluto.
Y es que, aunque una máquina pueda llegar a juntar letras tan bien como el mejor de los periodistas, nunca podrá sustituirle en el factor clave: su criterio. Eso que el recientemente fallecido editor de The New York Times denominaba «judgment«. Tampoco podrá sustituirle en su mirada: una máquina nunca acudirá a lugares de conflicto para contar lo que allí ocurre ni emprenderá investigaciones por su cuenta.
Un algoritmo nunca retratará durante tres años la cruel vida de un menino da rua por las calles de Porto Alegre. Nunca reconstruirá cómo vivieron sus últimos 102 minutos las víctimas del World Trade Center. Nunca mostrará el desgarro de la guerra en Alepo. Nunca nos llevará a la Puerta del Sol el 15 M. Un algoritmo, en fin, jamás nos mostrará el mundo con los ojos radicalmente humanos de Manu, de Gervasio, de Miguel, de tantos y tantos otros.
Y el periodismo comprometido, ese que conmueve el corazón y azuza el pensamiento, el que nos muestra lo que el poderoso de turno quiere ocultar, el que nos recuerda injusticias olvidadas, el periodismo de pata negra en suma, solo es posible si se practica como actividad radicalmente humana. Con sus limitaciones, sí, pero también con su incomparable grandeza. En eso, puede estar seguro, no hay -ni habrá- algoritmo que nos iguale.
[Publicado originalmente en Blog de comunicación – UNIR]