Con frecuencia, se recrimina a los medios una escasa voluntad de evolucionar. Se les critica por dar la espalda a los cambios que vive su negocio: por mucho que la tecnología digital haya revolucionado los procesos de producción, elaboración y consumo de la información, muchos de esos medios se contentan con adoptar mudanzas puramente cosméticas. Pero, ¿y los periodistas?, ¿merecen también ellos ser criticados por su inmovilismo?
En estos tiempos en que la profesión periodística malvive apaleada por todos lados, puede sonar improcedente o incluso cruel criticar a sus trabajadores. Bastante tienen con sobrellevar tantas penurias, se dirá. No en vano, la doble crisis del periodismo –la económica que todos sufrimos y la propia de la industria periodística– se ha cebado especialmente con este eslabón débil de los medios. La mayoría de los periodistas ha visto cómo empeoraban sus condiciones de trabajo. Eso, si han tenido la suerte de conservarlo: se calcula que, entre 2008 y finales de 2011, en España perdieron su empleo unos 6.000 de los 50.000 periodistas en activo. Y el derrumbe continúa.
La responsabilidad principal de haber llegado a este sombrío panorama no recae, por supuesto, en los periodistas. Al igual que en otros sectores, también en el periodismo han sido gestores, ejecutivos y consultores variopintos los principales responsables de tanto desmán. Pero esto no exime a los periodistas de reflexionar sobre qué pueden hacer para mejorar su situación. Y tienen margen de mejora.
En las redacciones hay, por fortuna, mucha gente ávida de aprender, abierta a las novedades profesionales, y dispuesta a ponerlas en práctica en su trabajo cotidiano. Sin embargo, un porcentaje no pequeño se distingue precisamente por lo contrario: su rechazo a toda innovación, un marcado desinterés por adoptar nuevas tecnologías en el trabajo y, en fin, una decidida voluntad de seguir haciendo siempre lo mismo. Igualito que sus medios, vamos.
Se suele atribuir esa cerrazón mental a los periodistas más veteranos. No ocurre necesariamente así: varios de los periodistas más innovadores y abiertos al cambio que he conocido podrían ser mi padre; alguno hay incluso que podría ser mi abuelo. Del mismo modo, conozco periodistas veinteañeros con una mentalidad de lo más carca. El espíritu innovador no lo determina el carné de identidad.
Tampoco el medio donde uno trabaje garantiza una vocación innovadora. Puede pensarse que los periodistas más creativos de hoy trabajan todos en internet y los más obtusos lo hacen, por el contrario, en medios más clásicos. Nada de eso: la creatividad aparece donde uno menos se lo espera. Pero esa inventiva y, en general, la capacidad de hacerse necesario en cualquier organización hay que cultivarla.
Ante sus problemas actuales, los periodistas están obligados a reforzar aquellos conocimientos que incrementan su valor profesional. En ese sentido, además de otras cualidades intelectuales y personales, dominar las tecnologías digitales y mantener una presencia activa en las redes se ha convertido en un requisito fundamental para la proyección profesional de todo periodista. Dar la espalda a la red ya no es una opción. Cualquier periodista que aspire a continuar en su profesión debería entender que necesita convertirse en un profesional de la información digital.
Esto significa, entre otras cosas, aprender a investigar de forma experta en fuentes digitales; nada de dos o tres palabras escritas al azar en Google o un par de consultas urgentes en Wikipedia. También implica dominar las claves del lenguaje periodístico en la red: el uso acertado de los enlaces, la composición hipertextual de la información, la combinación atinada de elementos multimedia… Y, por supuesto, supone asimismo dominar las claves de la edición en medios digitales: unos medios que combinan la publicación de máxima urgencia con información de fondo, y donde cada vez ganan más importancia las plataformas móviles con fórmulas editoriales específicas, en las que es preciso tener siempre presente la participación de los usuarios.
La profesión periodística tiene futuro, pero vive un proceso de reconversión. Así como los medios deben cambiar, también a los periodistas les corresponde su parte de cambio. Que sea pronto.
[Publicado originalmente en Blog de comunicación – UNIR]