Todo periodista recuerda la primera vez que pisó una redacción. Aquellos nervios –un cóctel de ambición, curiosidad y mucho pasmo– no se olvidan. Uno recuerda todo: la profunda impresión que le causó la sala, acaso más fea y pequeña de lo que imaginó, pero mucho más fascinante; el saludo tímidamente reverencial a los periodistas veteranos y, sobre todo, esas dos palabras que uno llevaba años queriendo escuchar: “Trabajarás ahí”.
Dentro de unos días, llegará a las redacciones otra leva de jóvenes periodistas. Como siempre, los medios recibirán becarios de todo pelaje: esforzados y holgazanes, vivos y atontados, mañosos e ineptos. Todos merecen una oportunidad. Luego, que el tiempo y sobre todo el tesón coloquen a cada uno en su lugar.
Las prácticas de verano son un rito iniciático más importante de lo que pensamos. La experiencia que reciben los jóvenes en su primer trabajo marca en gran medida el concepto que tendrán del periodismo el resto de sus vidas. Por eso, si eres uno de los periodistas que próximamente recibirá en su redacción a nuevos becarios, piensa en tu responsabilidad hacia esos jóvenes. Recuerda que serás más que su jefe: verán en ti a un maestro.
¿Cómo estar a la altura de semejante reto? Quizá con estos diez consejos te resulte más fácil:
- Acógelos. Por tímidos y callados que te parezcan al llegar, agradecerán que les invites a un café el primer día y les preguntes por quiénes son y cuáles son sus aspiraciones. Esa charla probablemente te resultará tan valiosa a ti como a ellos. Habrás abierto la puerta a su amistad y podrás contar con su ayuda. Quizá para siempre.
. - Da ejemplo. No hace falta que seas director o redactor jefe para que los becarios se fijen en ti. Eres miembro de la redacción y con eso basta. Salvo que te empeñes en estropear tu imagen, de entrada te admirarán. Y no te perderán detalle: observarán cómo te mueves, cómo hablas, cómo tratas a la gente. Recuerda que ellos aspiran a ser como tú; por eso, incluso sin quererlo, te convertirás en su modelo, para bien y para mal. Esfuérzate en ponerles el listón muy alto.
. - Exígeles. Incúlcales buenos hábitos desde el primer instante. Haz que llamen a su madre para confirmar que les quiere. Oblígales a concretar cuánto exactamente es “mucho”, “enorme” o “la gran mayoría”. Bloquéales Google y Wikipedia de vez en cuando, y mándalos a patear la calle. No les aceptes noticias que se limitan a responder a las uves dobles, incluso si suman cinco. Haz, en fin, que se lo curren. A la larga, te lo agradecerán.
. - Oblígales a revisar. Te envidiarán por tu capacidad de escribir una noticia, editar un vídeo o resolver una intervención radiofónica impecable en un santiamén. Y querrán emularte en esa capacidad de improvisar. No se lo permitas. Tú sabes que cuando empezaste no tenías esa soltura; para lograrla necesitaste años de oficio. Por eso, nunca les des por bueno un trabajo a la primera. Haz que lo repasen. Que lo pulan. Y cuando te digan que ya lo han revisado, oblígales a revisarlo otra vez.
. - Ten paciencia. Carecen de tus tablas. Al principio, puede que necesiten de horas para completar una tarea que tú podrías resolver en cinco minutos. No te desesperes: lo peor que puedes hacer es retirarles el encargo y ocuparte tú. Solo mejorarán si les dejas.
. - Corrígeles. Los becarios en prácticas son eso: aprendices. No se les puede tratar como a colegas a los que uno encarga un trabajo y se desentiende. Hay que orientarles en el proceso y evaluar el resultado. Así que no hagas la vista gorda ante sus errores. Explícales lo que han hecho mal y por qué. Tampoco se trata de que les restriegues todos sus fallos, que probablemente serán muchos, sino de que les muestres el camino para hacerlo mejor la próxima vez.
. - Sé comprensivo. Es probable que, pasadas unas semanas y precisamente cuando hayan cogido algo de confianza en su trabajo, alguno de los becarios cometa un traspié gordo. Ya sabes, uno de esos fallos –borrar un reportaje, perder fotos, cargarse un vídeo– que fastidian de verdad. Cuando ocurra, respira hondo. No hagas una montaña de aquello ante el chaval (o chavala). Si es espabilado y tiene amor propio, entenderá por sí mismo la gravedad de su error. Nada le enseñará más en todo el verano que esa metedura de pata… y tu señorío al encajarla.
. - Reconoce el talento. En las Facultades de Periodismo hay jóvenes brillantes y muy voluntariosos; soy profesor y sé lo que me digo. Por eso, a veces pienso que el desdén con el que ciertos periodistas veteranos suelen referirse a los «becarios» esconde en el fondo cierto temor a que les coman la tostada. Y es que en este mundo cada vez más digital, los mayores tienen mucho que enseñar, pero también bastante que aprender. Que no se te caigan los anillos por escuchar las sugerencias de los becarios. Presta oídos a sus ideas. Y, sobre todo, no consideres una ñoñería darles la enhorabuena cuando lo merezcan. Si las reprimendas azuzan, los parabienes animan.
. - No seas cenizo. Todo el mundo –incluidos los becarios, en efecto– sabe que el periodismo está muy mal, que los medios no funcionan como deberían y que ser periodista es un sacrificio. De hecho, tus becarios sabrán incluso mejor que tú qué significa trabajar por un sueldo miserable. Así que no hace falta que se lo recuerdes cada minuto. Respeta su ilusión.
. - Déjales volar. Cuando pase un tiempo prudencial, dales rienda suelta y permíteles buscar sus propios temas y enfoques. Ahórrales un poco de rutina y déjales, siquiera por una vez, que hagan lo que ellos quieren. Incluso rétales: «Muéstrame lo que vales, muchacho«. Más de uno te sorprenderá, seguro.
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[Publicado originalmente en Blog de comunicación – UNIR]
Excelente profesor. Muy certero. Lo admiro.
Sabios consejos.