Distinguir letras no es leer

Hay pocas probabilidades de que usted termine de leer este texto. Por mucho que me esfuerce en escribir algo interesante, claro y con gancho, será difícil que usted mantenga su atención hasta el final. Lo dicen las estadísticas: entre la lectura y el botón de escape, lo más probable es que pronto gane el botón. Quizá ya mismo. Clic, chau.

Tanto las empresas desarrolladoras de tecnologías como los productores de contenidos saben lo difícil que es mantener la atención de un lector. Por eso desde hace años se afanan en reducir el esfuerzo visual necesario para leer en ordenadores, teléfonos y, últimamente, también en tabletas. En poco tiempo, las pantallas digitales han mejorado sustancialmente sus prestaciones. Su alta resolución gráfica permite distinguir detalles cada vez más diminutos.

Las pantallas –tanto las retroluminiscentes, como las de papel digital- facilitan la lectura en cualquier condición de luz ambiente. Se han optimizado asimismo los sistemas de definición del color y se han diversificado las tipografías, adaptándolas a formatos de pantalla minúsculos. Todas estas mejoras técnicas, en fin, se han centrado en perfeccionar la legibilidad de los dispositivos digitales, y a fe que lo están consiguiendo. Ahora bien, desde la perspectiva de los medios de comunicación, esta mejora de las condiciones técnicas para la lectura, aunque necesaria, no resulta suficiente.

Para que los contenidos de un medio sean legibles no basta con que sus letras se distingan con claridad. Es preciso, además, que sus textos sean acertados. Y es aquí donde resta largo trecho por recorrer. Los anglosajones distinguen dos conceptos: legibility’ y ‘readability’.

No es fácil discriminar ambos términos en español, pues en nuestro idioma empleamos una única palabra para designar los dos conceptos: legibilidad.En inglés, en cambio, ambos términos guardan una diferencia sutil pero importante. La legibility alude a los aspectos formales de la lectura, como el contraste de las letras, su tamaño o el interlineado. Se refiere, en suma, a todos esos elementos que mejoran la presentación gráfica de un texto y lo hacen más fácil de leer. La readability, por su parte, alude a aspectos más internos del texto: a elementos como su organización discursiva, la sintaxis, o la claridad y precisión léxicas. En definitiva, si la legibility apunta hacia la comodidad de visión, la readability se centra en la facilidad de comprensión.

Los desarrolladores de tecnologías y los diseñadores, cada uno en su faceta, se han ocupado en los últimos años de mejorar la legibility de los textos en los medios periodísticos digitales. Sin embargo, esas mejoras no han ido acompañadas de un avance paralelo en el segundo pilar: la claridad en la escritura. Compete a los periodistas ocuparse de esa segunda faceta, la readability de los textos. Ninguna máquina eximirá a los periodistas de hacer los textos más claros, ordenados y atractivos. Por desgracia, basta con dar un rápido repaso a las publicaciones digitales para hallar una antología de textos descuidados, imprecisos y obtusos. Ciertas noticias están escritas de modo tan farragoso que parecen sudokus. Acaso porque los periodistas trabajan más pendientes del reloj que del diccionario, uno tiene la sensación a menudo de estar leyendo simples borradores en lugar de textos rematados. Muchos medios digitales, en fin, son hoy un triste escaparate de indigencia gramatical y estilística.

La solución a este problema no es sencilla, por supuesto. Las trabas arrancan en las profundas lagunas lingüísticas que arrastran muchos jóvenes estudiantes de Periodismo, y se culminan con la escasez de editores experimentados y con su creciente laxitud ante los errores. Frente a esta despreocupación generalizada por la calidad de la escritura, es preciso que los medios eleven su nivel redaccional. De lo contrario, a este paso tendremos publicaciones digitales con fantásticas tipografías pero textos de vergüenza.

Por cierto, como le indicaba al principio, según las estadísticas es muy inusual que usted que haya llegado hasta aquí. Así pues, ¡gracias por el detalle!

[Publicado originalmente en Blog de comunicación – UNIR]

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