Es la palabra de moda en el periodismo: convergencia. No hay foro profesional o seminario que no hable últimamente de este asunto. Sin embargo, su significado es bien distinto según quién la emplee. Para los propietarios de empresas periodísticas, el término alude apenas a una nueva forma de organizar las redacciones y de acumular responsabilidades profesionales en las espaldas de los periodistas. Para otros, entre los que me cuento, el concepto de convergencia es mucho más amplio y diverso, pero mi texto no va hoy de eso. Ya habrá ocasión para ello.
En realidad, escribo movido por la lectura del informe que acaba de hacer público el Sindicato de Periodistas del Reino Unido (National Union of Journalists, NUJ). En este documento, titulado Shaping the Future, se resumen los datos de los cuestionarios remitidos a todas sus secciones sindicales, así como los resultados de diversas entrevistas en profundidad realizadas entre periodistas de 15 importantes empresas periodísticas británicas durante el pasado verano. El informe analiza la condiciones de trabajo de los periodistas así como la forma en la que éstos están asimilando los procesos de convergencia en esas empresas.
¿Resultados? Muchos y muy jugosos. Vale la pena echar un vistazo a las numerosas tablas y cuadros. Ahora bien, de todos esos datos se extrae una preocupante conclusión principal: los periodistas comienzan a percibir que todo el esfuerzo de la convergencia se está haciendo a su costa, haciendo recaer en ellos la necesidad de ser más polivalentes, mientras que las empresas apenas ponen de su parte. Las empresas, dicen los periodistas británicos, no están ofreciendo formación especializada a la altura de lo que exige la nueva configuración convergente de los medios. Ni siquiera están mejorando los recursos, no ya los humanos, sino incluso los tecnológicos. El objetivo de las empresas es bien simple: maximizar la productividad. Por eso, no es raro que los periodistas hayan comenzado a pensar que las empresas están empleando el mantra de la convergencia como simple coartada.
Por desgracia, las palabras que escribí hace unos meses comienzan a tener fundamento.
(…)
Quienes interpretan la ineluctabilidad de la convergencia como una coartada para menguar más si cabe las redacciones de los medios cometen, además de una mala jugarreta empresarial, un craso error estratégico. Una cosa es que los límites entre medios se difuminen y otra muy distinta que eso recomiende diezmar las redacciones, obligando a hacer con un solo periodista la información que ayer se hacía con dos. O con tres.
(…)
[«Convergencia no es recorte», Periodistas FAPE, nº 8, pág. 6 — .pdf, 3,77 Mb]
Pienso que la convergencia es una oportunidad para renovar el periodismo y actualizarlo a las demandas del público del siglo XXI. Sin embargo, una interpretación rácana de la convergencia, ésa que parece comenzar a imponerse en el Reino Unido, puede dar al traste con esta esperanza para los medios.
Los procesos de convergencia están apenas comenzando. Aún estamos a tiempo de orientar los cambios en la buena dirección.
Bravo, Ramón. Aunque sabes que pensamos de forma muy convergente, y por lo tanto puede parecer una obviedad, no me resisto a pegarte un párrafo del capítulo que escribí para un libro que además se presenta en público la próxima semana. O sea que es primicia:
«Uno de los mitos que es preciso derribar antes de que se haga monolítico es el de ese perfil profesional de la información que se vende como esclavo multitarea. Es una falsedad primitiva, reduccionista, por la que pretende negar la evidencia de un necesario periodista capaz de difundir su mensaje por distintos canales, sin que para ello sea preciso que se convierta en un antropomorfo superdotado. Porque lo que se pretende esconder entre tal argumentación es una probable carencia profesional para soportar el ritmo que demanda la sociedad. Y si el periodismo es servicio social, que lo es, no puede esconderse ni profesional ni empresarialmente detrás de un artificial marco laboral ni tras unas reglas de juego que se tienen que adaptar al hoy, porque el hoy es el que manda. Lo importante, lo fundamental sigue siendo el mensaje; y lo secundario es por dónde se difunde».
Hola Ramón. Ya sabes que no creo que exista sólo un problema de racanería empresarial (que, por supuesto, es uno de los motores que mueve el mundo de la convergencia). El problema de la convergencia (en los periódicos) arranca desde lo conceptual hasta lo más práctico, porque se trata no sólo de diferentes formatos, sino de diferentes contenidos: no es el mismo contenido el que esperamos en un periódico de papel que el que esperamos enconrar en una edición digital y para hacer bien lo segundo (que cada vez es más importante) no sirve la convergencia. No me extrañan las advertencias de los ingleses.
En cualquier caso os envío un interesante artículo con la opinión de Bruno patino (Le Monde), otra de las pocas voces discrepantes ante la aberrante moda de la convergencia. No hay que olvidar que, además, en las cúpulas de los medios de comunicación empiezan a escasear los editores y a quienes vienen de otros sectores la palabra convergencia les trae connotaciones positivas de recorte de costes.
Afortunadamente cada día son más los que advierten. Esperemos, por el bien de algunas marcas convencionales, que se les haga algún caso.
http://www.editorsweblog.org/analysis//2007/11/part_2_nonintegrated_newsrooms_le_monde.php#more
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part_2_nonintegrated_newsrooms_le_monde.php#more