Enciclopedias

Mi padre siempre soñó con poseer una gran enciclopedia. Bibliófilo empedernido, su deseo más anhelado siempre fue la Espasa completa, con sus más de cien tomos de lomo dorado. Nunca logró ese propósito, por falta de espacio en casa y, sobre todo, por falta de dinero. Siempre había alguna otra prioridad a la que dedicar los magros ahorros que sobraban tras cubrir los gastos del mes. Pagar la educación a los hijos, por ejemplo.

Sin embargo, mi padre nunca cejó en su sueño. Cierto día, allá por finales de los años 1980, se presentó en casa con unas cuantas cajas de las que extrajo, radiante, una veintena de tomos de la enciclopedia Larousse. Eran volúmenes más delgados y modestos que los de la Espasa, no exactamente los que él habría deseado, pero eran un sueño cumplido al fin y al cabo. Desde entonces, en nuestras comidas familiares cada disputa sobre tal o cual mito griego, sobre el peso atómico de los gases nobles o sobre la más disparatada batalla carlista, se resolvía indefectiblemente de la misma manera: mi padre se levantaba de la mesa, recorría los pasos hasta la biblioteca, abría el tomo correspondiente de la Larousse y zanjaba el asunto.

Todas esas polémicas las resolvemos hoy en casa con una rápida consulta a Google a través del móvil. Pero, qué quieren que les diga, aquel ceremonial de mi padre me resultaba mucho más hermoso.

Hoy es un día especial para mí. “The International Encyclopedia of Journalism Studies”, obra magna que será publicada por una de las mejores editoriales americanas, me ha invitado a escribir una de sus entradas. En concreto, la que explicará qué es eso del “digital journalism”, asunto al que llevo dedicados 25 años de investigación. Muchos se alegrarán de esta noticia, pero nadie tanto como cierta persona. Va por él.

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