Los periodistas digitales son de Marte y los «papeleros», de Venus

¿Vas de informático o de escritor? ¿Te sientes periodista digital o redactor de toda la vida? ¿Eres de ciencias o de letras? ¿Quieres más a papá o a mamá? Les diré mi opinión: tanta polémica sobre si los periodistas deben ir de esto o de lo otro me parece estéril. Puro maniqueísmo, que no responde a la realidad.

Porque, vamos a ver, ¿qué impide a un formidable informático cultivarse lo suficiente como para escribir bien? De igual modo, ¿qué tipo de deficiencia neuronal incapacita a un buen redactor, con años de vuelo en periódicos impresos, para manejarse con soltura con las nuevas tecnologías? Exacto: ¡ninguna!

En los últimos tiempos, sin embargo, asistimos a un debate profesional con planteamientos peligrosamente maniqueos. Por un lado, sobreviven ciertos puristas del periodismo clásico, que reniegan de las tecnologías digitales -¡en 2012, señores!- y continúan con su pesada letanía de que cualquier tiempo pasado fue mejor. En el lado opuesto, vociferan no pocos talibanes de la tecnología que parecen olvidar que, para el periodismo, los aparatitos y los programitas no son un fin en sí mismo, sino un instrumento.

Un buen periodista hoy -como ayer- es aquel profesional capaz de poner cualquier tecnología al servicio de su objetivo principal: buscar, producir y difundir información de calidad. Para eso, sirve tanto un cuaderno de anillas y un lápiz, como una tableta con conexión 3G. Su idoneidad dependerá de la circunstancia en la que uno se encuentre. Suponga que está informando desde un lugar remoto, a kilómetros de una toma de electricidad y fuera del alcance de cualquier antena; ahí seguro que usted preferirá el humilde cuaderno.

Las tecnologías digitales, qué duda cabe, han abierto posibilidades formidables al periodismo: gracias a ellas, hoy todo periodista puede buscar, producir y comunicar información desde cualquier lugar y en cualquier momento. Pero para hacerlo, más necesario incluso que disponer de esas tecnologías, es contar con una formación intelectual y humanística, un amplio bagaje –histórico, político, económico…– para entender el mundo y, finalmente, unas destrezas lingüísticas para comunicar la información por tierra, mar y aire.

Ningún conocimiento es despreciable, faltaría más. Todo suma. Lo que no tiene sentido es compartimentar la cualificación de los periodistas y limitarla a una sola faceta. Hoy necesitamos periodistas versátiles, que no entiendan las plataformas y los lenguajes como compartimentos estancos. Periodistas diestros en el uso de todo tipo de tecnologías, pero conscientes al mismo tiempo de que lo principal es la fidelidad a aquello sobre lo que se informa.

Las nuevas tecnologías han liberado a los periodistas de muchas tareas mecánicas que, en el pasado, ocupaban gran parte del tiempo de trabajo. Bienvenido sea ese regalo. Aprovechémoslo para concentrarnos en lo sustancial: aumentar la calidad de nuestra información. Por cualquier medio. Eso es lo que la gente espera del periodismo.

[Publicado originalmente en Blog de comunicación – UNIR]

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